Esta es otra de las curiosidades caleñas. El Barrio “Ciudad Jardín” es
tan pintoresco como opulente, hay que tener mucho dinero para vivir allá. Sus
casas son enormes, lujosas y el barrio es limpio y ordenado. Y también es de
los pocos barrios en la ciudad que se da el lujo de tener lagunas. Y como no
podía ser menos, también tiene sus leyendas.
Aunque hasta para esto es ostentoso...
Uno de sus mitos es que en una de las lagunas vive una babilla (…o caimán, los vecinos no se ponen de acuerdo…). Algunos dicen que no es cierto, y
que el objetivo del mito es alejar a los curiosos para proteger este bello
humedal.
Pero la babilla es lo de menos, pues el lago guarda otro secreto.
El 22 de abril de 2009, hubo un vendaval de los buenos en la ciudad. Los
relámpagos y los truenos doblegaban los espíritus de los caleños. Hasta una
niña murió ese día al caerle un árbol encima. Fue una triste tormenta.
Nadie lo notó, pero algunos rayos se ensañaron contra el lago de la
babilla, donde algunas tortugas y varios peces murieron por la violencia de los
elementos. Nadie notó que durante unos segundos los rayos adquirieron una
extraña tonalidad verde.
Con el último de los rayos verdes, aparecería en el lago un pequeño y
peculiar visitante.
Entonces, la tormenta empezó a calmarse. Su furia mermaba poco a poco y
solo quedaba una molesta llovizna para
recordarla.
El lago de la babilla estaba oscuro y brumoso. Algunos peces flotaban patéticamente en su superficie. Danilo, un vendedor de dulces, salió de su escondite y se
preparó para regresar a su casa, aprovechando la calma que siguió a la tormenta. Al pasar al
lado del lago, no pudo evitar echarle una mirada para tratar de ver a la mítica babilla. Entonces vio algo: una
cola (o un tentáculo) chapoteó y desapareció en la oscuridad del agua. Danilo
sonrió.
Les contaría a sus hijos que la babilla si existía.
Danilo ya había desaparecido y el lago había quedado solo una vez mas.
Pero el pequeño bicho que había llegado con los rayos verdes aun estaba
asustado. Rápidamente se ocultó en uno de los extremos del lago, donde encontró
mas vegetación. Parecía un pequeño mono de color verde, pero tenía pies y manos
palmeados. De su cara brotaban varios tentáculos, como si del mismísimo Davy
Jones se tratara.
Ya se, ya sé... lo acepto: no se parecía mucho a un mono…
El bicho estaba aterrado, y pasaría escondido ahí varias horas sin
atrever a moverse. Luego todo se iluminó, el sol había salido en todo su
esplendor, como queriendo burlarse de los que habían sufrido la inclemente
lluvia: “Aquí no ha pasado nada”. El pequeño y tentacular visitante no había
visto nada igual. El lugar de donde venia estaba siempre nublado y no había un
astro iluminándolo todo. Le gustó.
Mas tarde se habían acercado al lago otros seres, a cual mas extraño. El
primero era un cuadrúpedo peludo, pequeño y curioso. Tenía una cola serpenteante
que llamaba poderosamente la atención y su color blanquinegro era toda una
novedad para el tentaculado, acostumbrado a un mundo verde y gris. Se acercó a
la orilla. Entonces apareció otro espécimen, con una forma mas familiar, que
perseguía al blanquinegro. No se veía amenazador. De piel rosada, vestido con
telas y sin tentáculos en el rostro. Emitía risas discordantes y molestas a los
tímpanos del visitante.
Decidió salir del agua. El aire se sentía mas seco que en su lugar de
origen, al cual llamaban R'lyeh y al cual no podría regresar jamás. Pero ahora
no pensaba en eso, tan solo observaba al blanquinegro. De pronto, el cuadrúpedo
reparó en el R’lyehano y se acercó presa de la curiosidad.
Entonces el visitante no pudo contenerse, lanzó un tentáculo y atrapó al
animal. En dos bocados lo tragó y la cola la sorbió como un suculento
espagueti. El otro animal dio gritos desesperados: “¡Se comió a mi gatito!,
¡Mamá!, ¡la babilla se comió a mi gatito!”. El R’lyehano regresó al agua y se
ocultó. Aun era muy pequeño para pelear con los bichos grandes. Se ocultó en el
barro satisfecho. El “gatito” tenía un sabor exquisito.
No era un mal lugar. Se alimentaria y crecería. Al parecer esta tierra
le ofrecía mucha mas comida que la árida R’lyeh. Extrañaría al poderoso
Cthulhu, su padre, pero tal vez aquí podría reinar sin competencia. Solo
bastaba con alimentarse y crecer.
Rico gato. No estaba mal. No estaba nada mal.
¿Qué mas habría para comer?
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