¿Hard?
¿Soft? ¿Cuál es la tuya? Personalmente me molesta esta clasificación que le han
dado a la ciencia ficción. Según como yo lo entiendo, si el relato se ciñe a
las leyes físicas y es correcto desde el punto de vista matemático, entonces se
considera “hard”. Ahora, si es loco, fantasioso, tiene antigravedad y viajes a
velocidad luz, entonces es “soft”.
Esto
nunca me había preocupado hasta que un compañero de trabajo se levantó furioso
al ver a Neo salir volando después de no poder con la horda de “agentes Smith”
en la película Matrix Reloaded. Nadie fue tras él, pero lógicamente tuvimos que
enfrentarlo en la oficina a la semana siguiente. Al preguntarle por sus razones
para abandonar la sala de cine, nos dijo que era ridículo que Neo volara como
Superman… Esto no me lo estoy inventando, sucedió, aquí en Cali… Pero el tipo no
podía estar más equivocado, porque el universo de Matrix nos muestra que todo
es posible.
Tiempo
después de ese incidente, llegó a mis manos la que ahora es mi obra favorita de
ciencia ficción: Mundo Anillo, de Larry Niven. Me la devoré en dos días,
maravillado ante el enorme mundo ideado por Niven, gigante a más no poder y
lleno, pero lleno de maravillas en su curiosa superficie. En cierta forma, ese
mundo anillo ha cambiado mi vida, mis fantasías y una gran parte de mis sueños.
Pero
tengo un vicio, a veces muy feo. Cuando leo algo, casi siempre investigo en
Google… y a veces me traiciono a mi mismo al revelar los finales de los libros
o leer spoilers que le destruyen la magia al asunto. En una de mis pesquisas, descubrí
que Larry Niven vendió su libro como ciencia ficción “hard”, por lo que un
millar de estudiantes y fanáticos sacaron sus calculadoras y denunciaron que había
cometido muchos errores en sus cálculos, que el mundo anillo era inestable, que
era imposible de construir y un larguísimo etcétera.
Yo me
sentí golpeado, pues acababa de declarar al Mundo Anillo como mi obra de ficción
favorita, y verlo aplastado por las calculadoras de los estudiantes del MIT fue
un golpe doloroso en la pechuga.
Eso me sucedió
a principios de 2005. Y desde entonces he leído los cuatro libros del mundo
anillo por lo menos ocho veces. Loco, ¿no?
El Mundo Anillo. Imaginen una cinta con radio de 1UA, con una superficie de 3X10^6 veces la de la Tierra, completamente terraformada y con un anillo interno de placas que sirven para simular el día y la noche, ahora imagínenla llena de seres vivos, poblados, ciudades flotantes y ruinas por todos lados. Es un mundo artificial, en el que caben millones de mundos como la tierra. ¿Puede algo ser mas "soft" que esto?
Hasta
hace un par de años, culpé a Niven por vender su historia como hard, cuando la
estructura misma del mundo anillo no podía catalogarse como tal. Pero ahora
creo que eso no importaba. En realidad nada de eso importa. Si la historia está
bien contada, entonces vale su peso en oro. Y si para viajar entre las
estrellas necesitas velocidad Warp, doblar el espacio-tiempo o viajar por el
hiperespacio, pues muy bien. Y si esas naves que viajan a velocidades imposibles
necesitan antigravedad para que la gente parezca caminar en un centro comercial
y degustar un whisky verde en el restaurante de la nave… No le veo problema.
Tripulantes del Enterprise relajados en uno de los corredores de la nave. Aqui la gravedad no es problema.
Lo
curioso es que muchos protestan contra este tipo de aberraciones y van a
preguntarle a Michio Kaku… No sé si lo hacen para parecer más “nerds” de lo que
ya son, o para ganar una buena pasta con la “Física de lo imposible”. Y esos mismos nerds-mente-cerrada, coleccionan
historietas de “Superman”, “Hulk” o “Spiderman”, cada una mas “soft” que la otra,
¿o no? Stan Lee nunca se preocupó por la ridiculez genética que convirtió a
Peter Parker en el “hombre araña”. De hecho, lo único que le preocupó fue como
bautizar a su historieta –creo que las alternativas fueron el “hombre mosca” o
el “hombre cucaracha”–; Stan Lee mandó al diablo los pormenores científicos y
se preocupó por darle superpoderes a un perdedor nato. Así es como se hace
ciencia ficción.
Uno de
mis temas favoritos de toda la ciencia ficción es la “Esfera de Dyson”,
estructura de la que espero hablar muy pronto. Buscar información sobre ella en
Internet es un lío, y una de las cosas que me gusta hacer –aunque suene
paradójico- es meterme en los foros de discusiones sobre Esferas de Dyson; son
geniales, pero no porque aporten ideas, sino porque se convierten en diatribas
contra esas majestuosas estructuras, tachándolas de imposibles, de ridículas…
hasta el punto en que las Esferas de Dyson son ahora un tabú de la ciencia ficción.
Esta es la imagen más aproximada que he encontrado en Internet sobre una Esfera de Dyson según como la explica Olaf Stapledon en el libro "Hacedor de Estrellas", sin embargo, esta no es la más común, sino la que nos muestra Star Trek "The Next Generation" en el capitulo "Relics", que es solida y con su superficie terraformada.
Esta es la de "Relics", vista desde dentro.
¿Quieren
un ejemplo claro de estos aburridos detractores “anti-sci-fi”? Se los presento
–aunque ya deben conocerlo–, se llama Carl Sagan. El tipo era un científico de
los buenos, eso no tiene discusión, y como otros, comenzó leyendo ciencia
ficción. Vanidoso como era, afirmaba que desde su más tierna infancia ya dudaba
de los conceptos de los escritos de Burroughs… y que eso le importaba mucho. Al
final resultó un gran científico, ateo, aburrido, pero con una buena pasta
encima y su propio programa de televisión. Escribió unas pocas líneas mostrando
su opinión personal sobre la ciencia ficción, en su obra “El cerebro de Broca”,
concretamente en el capitulo 9. Léanlo… en Internet se encuentra fácil, o si
no, me escriben y yo lo mando por correo. Es un PDF solo siete paginas que
ilustra mucho al arquetipo de opositor a la ciencia ficción.
Creo que
este artículo es de mucho valor para los que defendemos la ficción, pues si le
metes mucha ciencia al asunto, entonces deja de ser divertida.
Así que
no comparto lo de “hard” o “soft”. Una cosa es ciencia, ceñida a la realidad, a
los cálculos y apuntando hacia la verdad. Otra muy distinta es la ficción,
donde cualquier cosa es posible. Dicho de otro modo: si es divertida e invita a
soñar, seguro estas ante una historia de ciencia ficción –o ficción, a secas–,
pero si es aburrida, somnolienta y que invita a bostezar, estás ante ciencia
seria y pura.
Tengo
otro ejemplo, pero no es mío. Es de Daniel Marin, que en su página habla de los
errores más comunes en las películas ambientadas en el espacio. Aquí va el
enlace. Es un artículo muy bueno y muy útil, pero ceñido a reglas. Y las reglas
no la van con la ficción. De todas formas es RECOMENDADISIMO.
Me
encantan las “Leyes de Clarke”, que no son otra cosa que frases contundentes
del gran maestro de ficción, Arthur C. Clarke:
1.
Cuando un anciano y distinguido científico afirma que algo es posible, es casi
seguro que está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, muy
probablemente está equivocado.
2. La
única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más
allá, hacia lo imposible.
3. Toda
tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
En
especial, me gusta la última, pues explica bastante lo que dije a lo largo de
estos párrafos.
No sé
como será la realidad por fuera de nuestro sistema solar. Me gusta imaginarme
que encontraremos seres inteligentes, mundos maravillosos, frondosos y
coloridos. Pero curiosamente, siempre que me imagino a los extraterrestres, me
imagino humanoides descendientes de los simios, con los que puedo hablar y gesticular.
Eso es antropocentrismo, ni más ni menos, pero es una de las pocas maneras de
contar una historia de extraterrestres con la que podamos identificarnos. No
puedes sentir cariño por una cucaracha espacial… así que también tengo que
admitir que ese antropocentrismo es un gran recurso literario que aplaudo con
fuerza.
Para
terminar… siempre perdoné a Niven. Y su Mundo Anillo sigue siendo mi obra de
ficción favorita.