miércoles, 14 de marzo de 2012

¿Sirenas? ¿De verdad existen?

No recuerdo cuando fue la primera vez que escuché hablar de sirenas. Creo que fue a alguna empleada del servicio fantasiosa y con ganas de hacer volar mi imaginación. También recuerdo dibujar sirenas con tiza en el jardín infantil. Luego me enteraría que las sirenas no eran los seres amables y bellos que describían los cuentos fantásticos, sino mas bien unos seres caprichosos y malignos, como los describió Ulises en su tortuoso viaje.

De cualquier manera, para mí siempre fueron fruto de mitos y leyendas. Algunos malignos, otros románticos. Recuerdo haber visto la sirena tallada en la Isla de San Andres hace un par de años. Es una talla en roca realizada al interior de la famosa Cueva de la sirena en el parque ecoturístico Westview. El artista que la talló, cuenta una historia romántica con huracanes, un hombre confundido y una sirena caprichosa. Y la cuenta como si hubiese ocurrido en realidad.
Y es que ocurrió en realidad…

Este soy yo visitando la cueva de la sirena en San Andres Islas
Muchos las han encontrado en el Caribe, en algunas islas del atlántico y en las canarias. Muy pocas han sido vistas en otros mares.
Tengo un amigo que vive obsesionado con las Sirenas. No me pregunten de qué fetiche se trata. Además detesta comer pescado… El caso es que se ha dedicado a descubrir sirenas. Estuvo en Cartagena, Aruba, Isla Margarita, San Andres, Providencia y Cuba. Según él, a lo largo de esos viajes pudo conocer algunas, y ninguna estaba en el mar. Una de ellas está a cargo de una tienda de Habanos en Cuba y la otra alquila equipos de buceo en Aruba, de otras aun no me ha contado. Son mujeres malgeniadas y ariscas, y solo pudo descubrir su verdadera identidad por casualidad. Fue él quien me contó la historia de Doña Ligia.
A lo largo de sus “investigaciones”, ha llegado a algunas conclusiones sorprendentes. En primer lugar, se trata de seres que ya no gustan de la calidez del mar. Hay varias razones, la primera es el ruido, la segunda la contaminación y la tercera la vanidad. Ahora les gusta el dinero y la vida de grandes damas.
En segundo lugar, la mayoría de las sirenas ahora viven en ciudades del interior, se han alejado de las islas y finalmente decidieron cambiar sus territorios marinos por mansiones con grandes piscinas.
En tercer lugar, aunque han abandonado el mar, nunca podrán abandonar su condición fisiológica. Ocultan sus aletas bajo medias o botas de caña alta. Mi amigo disfruta tomar fotos a las supuestas sirenas. Entre las curiosas imágenes que tiene, hay dos que me parecen verdaderamente insólitas. En la primera aparece una hermosa mujer, alta y espigada con un vestido de diseñador que tiene pinta de costoso. Es un vestido gris con falda hasta la rodilla. Se ve que usa joyas costosas y en su cabello hay un prendedor con una concha marina. Lo sorprendente de la imagen es que la chica va con medias de lana y unas sandalias de plástico…
Otra de las imágenes muestra a una mujer madura, vestida con una falda larga y también con accesorios finos. La falda tiene una ligera abertura, la cual aparece abierta pues la mujer va caminando. Si miras su tobillo derecho, veras que ¡tiene escamas!
No sé si valgan como pruebas, pero dan pie a una cuarta conclusión: las sirenas no tienen un concepto claro del ridículo.
En quinto lugar, estas damas siempre cojean, o caminan como bobas. Es comprensible, pues la naturaleza no las ha diseñado para tierra firme, y al igual que las focas, son agiles bajo el agua, pero en superficie pierden toda la gracia y la elegancia.
En sexto lugar: siempre son mujeres solteronas y sumamente adineradas. Son muy pocas las que viven con hombres humanos. Según algunas pesquisas de mi amigo, una sirena que vive en la isla de Mikonos, en Grecia, vive con un adinerado árabe y aparentemente es feliz. Otra vive en Okinawa con un japonés paralitico.
Y por ultimo: les encanta comer chocolate blanco con sal marina. Mas de uno fruncirá el ceño ante esta conclusión, pero según mi amigo, la cobertura de chocolate blanco con sal marina esparcida en la superficie es una golosina irresistible para estos extraños seres.
Un día hicimos la prueba y nos llevamos algunas costras de esta receta en una canasta al “Parque del perro” en Cali. Pusimos un letrero impreso que decía: “Chocolate con sal – Pruébalo!!” y ofrecimos degustaciones a las transeúntes. Chocolate con sal es una combinación rara (pero créanme que es deliciosa) y al principio no aparecieron muchas curiosas. De repente, mi amigo me advirtió de una mujer de pelo castaño que  nos miraba con cara golosa. Sin embargo no se acercaba. La chica estaba vestida con una blusita, un short, unas medias de lana azules (espantosas) y unas chancletas de cuero. Por supuesto era una pinta bastante fuera de lugar. La invité a que se acercara y con un poco de recelo tomó una de las costras de chocolate y la comió con avidez. Incluso se reía de pura satisfacción… Nos pidió algunas mas para llevárselas y desapareció entre la multitud. Según mi amigo, yo acababa de compartir mi chocolate con una sirena caribeña legítima.
Nunca me gustó esa conclusión. No conozco la primera mujer (de la especie que sea) que pueda resistirse a los encantos de una barra de chocolate, sea con sal, pimienta o incluso cemento… Sin embargo, debo reconocer que si pude notar una fuerza rara en los ojos de aquella supuesta sirena. Una fuerza que no es humana.

Otro dato: En el Barrio "El Poblado" de Cali hay un zapatero que fabrica el calzado de estas curiosas mujeres.

5 comentarios:

  1. Hola, me encanto tu cuento !!

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  2. las sirenas existen y siempre voy a creer en ellas

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    1. Soy Isabella Fernando me gustaría ser una sirena desde que esta e pequeña nadie me cre y a que las sirenas e sistian tengo 12 se años y toda vía creo en las sirenas me gustaría cono ser las. O ser una sirena o un collar para con virtirme cuál quiera vez en una sirena

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  3. Y hasta que punto esto es cierto?

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  4. Hola soy Isabella Fernando me gustaría cono ser una sirena desde que es taba pequeña me gustaba las sirenas me gustaría cono ser o ser una sirena con un collar para con vertirme en sirena o en humana.

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