lunes, 3 de septiembre de 2012

El día que cantaron las lagartijas


¿Alguien recuerda cuando empezaron a cantar las lagartijas? Yo no estoy seguro, pero ni en mi niñez, ni en mi adolescencia recuerdo el característico “IK-IK-IK-IK-IK” de las lagartijas. Nací en el setenta y siete, y como buen amante de los animales, estuve siempre atento a las lagartijas. No sé a cuantas maté de niño, pero estoy seguro de ser un personaje odiado en el reino de las lagartijas. Sería iniciando el siglo XXI cuanto escuché el primer canto lagartijesco. Al principio pensábamos que se trataba de algún pajarillo nocturno: “cucaracheros” decían algunos, “lechuzas” decían otros.



Pero no: eran las lagartijas. Recuerdo la perplejidad que me causo ver el extraño ritual. Era de noche y una audaz lagartija había subido a nuestra mesa de comedor. Reptó un poco, con prudencia pues desconocía mis intenciones. De pronto se acercó a uno de los bordes y se quedó completamente quieta. Entonces estiró el cuello un poquito y luego… “IK-IK-IK-IK-IK”.

Yo no podía creerlo, ¡finalmente no se trataba de pájaros!, era una pinche lagartija. No pude evitar soltar una carcajada emocionada, era un gran descubrimiento, digno de ser contado cuanto antes.

A la lagartija no le pareció gracioso, y entonces echó a correr.

A partir de ahí, el canto de las lagartijas sería bastante común. Y si lo escuchabas, y no sabias cual era su origen, entonces no eras mas que un pobre tonto. El canto de las lagartijas era lo mas “in del momento.

“…IK-IK-IK-IK-IK…”

¿Que pensarían las lagartijas?

“Reptar por aquí. Reptar por allá. Vio un zancudo y caminó despacio, solapadamente, con hambre y con ganas de insecto. Buscaría una luz pues los sabrosos bichos se acercaban idiotizados a ella por las noches. Sus patas sentían cada micro grieta en la pared y le otorgaban la agilidad de caminar verticalmente como el mas duro de los escaladores. Se acercó calladamente, el zancudo no se movía. Pobre tonto. Movió su cuello con asombrosa velocidad y en un instante ya estaba tragando al delicioso insecto. Con suerte estaría relleno de sangre: con centro líquido, esos eran los mas ricos.

“Regresó al suelo, siempre caminando despacio, con paciencia. Se metió debajo de la nevera y caminó confiada. A veces encontraba cucarachas ahí, pero eran demasiado grandes y prefería no pelear con ellas. Con suerte habría alguna garrapata confundida en la oscuridad: ¡como le gustaban las garrapatas!
De pronto, su instinto animal le dijo que algo no andaba bien. Lo sentía en las patas. Algo había crujido en lo mas profundo de la tierra, tan hondo que ni el mejor de los sismógrafos lo podría detectar. Algo se había roto en las entrañas del planeta.

“Esperó a que la sensación desapareciera. Entonces supo que debía avisarle a las demás lagartijas.

“…IK-IK-IK-IK-IK…”

“Se acercaba el fin. Las lagartijas lo sabían. Y lo comunicaban siempre que podían.

“Entonces una polilla aterrizó mas adelante. Dejó de cantar y caminó despacio, solapadamente, con hambre y con ganas de insecto.

El mundo estaba a punto de acabarse, si, pero siempre había tiempo para una polilla mas.

“…IK-IK-IK-IK-IK…”

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